En cosmética, este aceite vegetal es muy valorado por su poder humectante, nutritivo y regenerador por lo que es habitual encontrarlo en formulaciones hidratantes, tanto faciales como corporales.
Así, suele incorporarse a sérums ultraconcentrados, bálsamos labiales, mascarillas, lociones corporales, etc. En concreto, su acción reparadora y antioxidante lo hacen idóneo para cuidar la piel después del sol. Igualmente, se utiliza como base para la producción de jabones y champús, en ocasiones se prepara combinado con mantecas de karité, macadamia o cacao.
La opción que te presentamos proviene de un aminoácido natural, el ácido L- glutámico obtenido a través de una tecnología exclusiva de fermentación de un azúcar y los ácidos grasos del aceite de coco. Esto lo convierte en un agente de limpieza muy suave, adecuado para todo tipo de pieles, especialmente las más sensibles. Por ello, este derivado del aceite de coco resulta una opción muy interesante para las pieles más reactivas.
Actúa atrapando las impurezas de la piel, proporcionando un efecto limpiador eficaz. Esto explica que lo puedas encontrar en geles purificantes que limpian en profundidad sin secar la piel manteniendo su equilibrio.
En lo que respecta al cabello, funciona muy bien como protector y tratamiento antiencrespamiento, especialmente indicado para cabellos rizados. Puedes utilizarlo, además, como dentífrico y desodorante por su efecto antibacteriano. En las uñas agrietadas y estropeadas, el aceite de coco brinda un efecto reparador, ayudando a mejorar igualmente las cutículas.